Marrakech
Conocida como la ‘Ciudad Roja’, es famosa por su medina, la plaza Jemaa el-Fna, los jardines Majorelle, y el Palacio de la Bahía, entre otras atracciones.
La Emoción de Jemaa el-Fnaa
Nada nos preparó para el torbellino sensorial que fue la Plaza de Jemaa el-Fnaa. Tan pronto como pusimos un pie allí, nos vimos envueltos en un mar de actividad. Las risas y los cánticos nos llamaron, guiándonos hacia músicos tocando ritmos hipnóticos. Los sonidos de las flautas se entrelazaban con el murmullo de las conversaciones, creando una sinfonía urbana.
Inhalamos profundamente y el aire estaba impregnado de aromas exquisitos: especias picantes, dulces dátiles frescos y el humo de los puestos de comida que se elevaba en espirales al cielo. Cada bocado que probamos nos contaba una historia, desde el tagine ahumado hasta los dulces pastelitos rellenos de miel y almendras.
El Laberinto del Zoco
Dejando atrás la plaza, nos adentramos en los zocos, un laberinto de callejuelas que parecían sacadas de un cuento. Nuestros ojos se maravillaron con el despliegue de colores: tejidos brillantes, lámparas intrincadas y cerámicas decoradas. Al tocar las delicadas sedas y las rugosas alfombras, sentimos la pasión y habilidad de los artesanos que las crearon.
Un Respiro en el Jardín Majorelle
Buscando un refugio del bullicio, encontramos el Jardín Majorelle. El susurro del agua nos calmó, y el aroma de las flores exóticas nos envolvió. El azul brillante de las paredes contrastaba con el verde de las plantas, ofreciendo un momento de paz en medio de nuestra aventura.
Marrakech nos acogió con su rica tapezca de sensaciones, mostrándonos una ciudad donde cada esquina nos contaba una historia, cada sabor nos llevaba a un recuerdo y cada sonido nos hacía sentir vivos.